viernes, 8 de mayo de 2009

Por la duda.

Alzemos una copa por la duda. Aunque no tengamos champán ni copa. Y brindo por la duda porque tengo mis serias dudas de que esto llegue a algún lugar. O que continúe a partir de esta primera entrada.

Algunas veces cuando tengo una cita con alguien que hace mucho tiempo que no veo, temo no reconocerla en el lugar de encuentro. Que el tiempo y mis ensoñaciones hayan convertido su rostro en una hipérbole de la realidad, un boceto picassiano. Lo temo una y mil veces. Lo mismo me ocurre con los textos que a veces imagino, lo mismo me ocurre con las frases, personajes y pasajes de un posible párrafo o anécdota. Temo que al llegar al papel en blanco (o pantalla del ordenador) se me olviden por completo cual eran realmente la intención, el final, la esencia. La metáfora.

Menos mal que tengo suerte y casi siempre me suelen reconocer, algo aplicable al papel en blanco porque, aunque una metáfora se vaya, siempre que estuvo en mi mente vuelve volando como un pájaro que guiña desde un tendido eléctrico, o un limonero que crea gotas de sol a partir de agua, una y otra vez.

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